Caballeros:
Mi boy martín está mereciendo unos buenos latigazos.
Latigazos como castigo y como premio.
Estas cosas muchas veces se entremezclan en este particular mundo nuestro.
Hace algún tiempo que en nuestras conversaciones con martín venimos fantaseando con la posibilidad de comprar un container en desuso en un remate de una empresa naviera y adaptarlo con la ayuda del taller de reparaciones navales de un familiar de mi boy para convertirlo en un calabozo (dungeon o play room) y barraca para alojamiento de esclavos que instalaríamos en el predio de la Casa de la Familia en la costa.
Luego, dejamos de hablar del tema.
En noviembre y diciembre noté algunas conversaciones telefónicas de martín que se interrumpían cuando advertía mi presencia. También en ese tiempo realizó algunos viajes a Mar del Plata cuyos motivos no alcancé a comprender totalmente.
Y en los últimos días de diciembre, martín mostraba cierto interés en adelantarse a viajar a esa ciudad, sugiriéndome que demorara mi viaje hacia allí con diferentes excusas.
Ahora comprendo los motivos de tantas intrigas cuando -como una agradable sorpresa- veo concretado ese viejo proyecto que ya casi había olvidado.
Un excelente trabajo.
A los que trasladaron e instalaron el container, martín les explicó que se trataba de un galpón para guardar elementos de jardinería para el parque y de mantenimiento de la pileta.
Obviamente, no es ése el destino que le hemos dado, y estamos disfrutando mucho este espacio que ha quedado realmente muy morboso.
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